martes, 2 de noviembre de 2010

“MIXQUIHUITL” FIESTA DE MUERTOS







DOÑA CATRINA




Del antes y después de la vida, nunca sabremos nada, todo es eternidad, la virtud de la vida sólo es el velo de una ilusión que alumbra un instante esa eternidad, con la cual no tenemos relación alguna: un destello de vida y una eternidad de muerte. Sin embargo, el misterio de la vida, plantea una serie de interrogantes, uno de ellos es tratar de conocer su principio: ¿De dónde proviene? La respuesta, simple o categórica, es adornada por un misticismo mágico y artístico, pues la eternidad y el firmamento, son inalcanzables para el hombre.

El rango heroico, la autoridad sobrenatural, el culto a la personalidad, los dones y privilegios, sólo son conceptos temporales del hombre terrenal, al final de cuentas con el paso del tiempo, la eternidad anulará la memoria de ese hombre. La relación del pueblo con el más allá, está relacionada con la magnificencia de la tumba que se le hace al difunto, pero esta relación sólo es un sentimiento eventual, que el vivo mantiene con el muerto.

Dentro de este contexto de inmensidad, a la que los hombres hemos llamado civilización, siguen realizando actos y objetos artísticos dedicados al hecho mortuorio, pues todas esas civilizaciones son producto de la rigurosa necesidad de morir: el cuerpo se oculta bajo la tierra, como una semilla que deberá nacer en otro sitio, pero esto sólo es idea inherente a los ritos de fertilidad temporal, al final de cuentas, todo es absorbido por esa eternidad.

Para la Tlaxcala prehispánica, la vida provenía de los cuatro elementos, a los que deidificaron: Quetzalcoatl (aire), Tláloc (agua), Texcatlipoca Yayauhqui (tierra) y Camaxtli (fuego), estos cuatro dioses fueron enviados a la tierra por los dioses padres Tonacatecuhtli (Señor luz) y su esposa Tonacatzihuatl (Señora luz) quienes residían en tlaque nahuque, porque huey teotl tlaque nahuque, significa que Dios es una sola esencia que está en todas las cosas del cielo y de la tierra. Pero al considerar que el cielo no tiene principio ni fin, describían el concepto de eternidad inalcanzable.

Consideraban que había un solo Dios, por encima de todos los dioses y que el cielo es sin principio ni fin. Creían que después de esta vida había otra vida donde residían los dioses en continuos placeres y eterno descanso, un lugar de perpetuidad. Donde había pena y gloria, por tanto, los buenos recibirían el premio y los malos recibirían el castigo, como respuesta a su conducta en la tierra. De esta manera los líderes sociales y religiosos gobernaban a su sociedad.

La respuesta religiosa prehispánica relacionada al origen de la vida, decía: que inició en Tomoachan y en el Mitlan tendría su fin, por eso es que el Tlatoani (gobernador), el Tecuhtli (capitán o especialista), el Pilli (noble o burócrata)  y el simple Macehualli (de la clase popular), se trasformarián en ilhuicachenes (moradores del cielo), mítico lugar donde descansan los muertos en permanente descanso, es el lugar de la eternidad donde residen los muertos.

Los dioses del Tlaltipac (mundo terrenal) fueron Mitlantecuhtli y su esposa Mitlantzihuatl quienes reinaban en Mitlan (panteón) lugar a donde llegan los seres para dormir el sueño de la eternidad, luego de haber atravesado el río Itzehecayan, límite entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos; durante la travesía, eran conducidos por el fiel amigo del hombre xoloixcuintle (perro), los buenos llegarían ante Huey Teotl (Dios supremo) y los malos ante Tlacatecolotl. (Dios maligno)

Los deudos en la tierra recordarán a su ser querido, sabiendo que vive en Tepan in Mitlan (región de los muertos) y los festejarán en los meses Miccailhuitontli (fiesta de muertitos) y Miccailhuitzintli (Fiesta de muertos). En medio del presente contexto, se le recordará con las cosas que le dieron identidad, su obra sigue estando presente, al final de cuentas, el hombre cambia de forma (materia) pero nunca muere, por lo menos esa es la esperanza. Esta noción integró las formas del arte funerario: escultura, pintura, poema, arquitectura y prosa, que para los sentidos del ser humano, expresan vitalidad; virtud a que son elementos susceptibles de representar.

El Huey Teocalli Mayor de Chalchihuapan, lugar que hoy ocupa la Catedral de Tlaxcala, se levantó, como resultado de un esfuerzo indómito de exaltación mágica, a las fuerzas cósmicas que le atribuyeron a su Dios tutelar Camaxtli, en su advocación de Mixcoatl “el de la nube blanca”. De acuerdo, a la versión del padre Diego Durán, este edificio funerario, era mayor que el de los mexicas, “tanto en arquitectura, como en galanura”. Por eso podemos asegurar que la arquitectura de este teocalli dedicado a Camaxtli, reflejó el esfuerzo de creatividad y audacia de la Tlaxcala prehispánica, que con el paso del tiempo se va perdiendo en la eternidad.

Han pasado 3000 años y aún los tlaxcaltecas, para recordar a sus seres queridos, perfuman el camino con el copal y los reciben con flores de cempoalxochitl, la mesa debe lucir con frutas y comida abundante en el molcajete, jarros, chiquepextles, chiquehuites, para mostrar abundancia y felicidad. El agua de chalchihuites mitigará su sed y sanará su cuerpo y mente de las desventuras, la imagen de Camaxtli decorada en blanco y rojo, simboliza la pureza de dios y la sangre de los hombres. El petate espera para que descanse de tan largo viaje, desde el mítico Mitlán a la tierra. Todo lucirá, como cuando se hacía el banquete colectivo, acompañado de toda la familia.

Mixquihuitl (fiesta de muertos), se realizará en mixquixtle (noche de muertos), como representación cósmica, de la idea del término de la existencia humana: noche de flores de Cempoaxuchitl que pintan de amarillo la tristeza de los muertos con sus 365 pétalos, durante los  365 días del año. En la vida prehispánica de Tlaxcala, la fiesta de muertos es manifestación de concepciones míticas, ritos, costumbres y tradiciones, que permiten convivir con los ancestros, pues no se pueden romper los lazos que unen, debido a que son el resultado de la suma de sus conocimientos. Fueron colhuas, porque su estirpe proviene de Culhuatepetl: tienen abuelos, tienen linaje puro, con el que se identifican históricamente.

Pero aún, con la grandeza, de cualquier identidad histórica, solo es un destello de luz en la inmensidad de la eternidad. Todo el drama de la transitoria vida, con su secuela de triunfo y derrota, se traslada al cementerio, donde descansa el cuerpo y el espíritu de los seres humanos, para perderse en el valle de la inmensidad. Mientras en ese halito de vida del hombre, por medio del arte y el folclor, se ríe de la muerte y hasta vende sepulturas en condominio, presentando a la muerte como una buena inversión, pan de cada día de líderes sociales y religiosos: vender la promesa del cielo y la inalcanzable gloria eterna.

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