miércoles, 24 de noviembre de 2010

Escudo de Tlaxcala y su provincia (1535)







Don Carlos, por la divina clemencia, emperador de los romanos, Augusto rey de Alemania, Doña Juana su madre y el mismo D. Carlos, por la gracia de Dios rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaen, de los Algarbes, de Algecira, de Gibraltar, de las Islas de Canarias, de la Indias, Islas e tierra firme del mar Océano, Conde de Barcelona, Señor de Vizcaya y de Molina, Duque de Atenas e de Neopatria, de Cerdeña, Marques de Cristaen, e de Goano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña e de Bravante, Conde de Flandes e de Tirol.
Por cuanto D. Diego Maxixcatzin, Gobernador de la dicha ciudad nos suplicó que acatando los servicios que nos ha hecho e que hasta ahora ha estado la dicha Provincia en nuestra cabeza, fuésemos servidos de señalar Armas a la dicha Ciudad, según de cómo las tienen las otras ciudades y villas de las nuestras, unas con títulos de lealtad, pues aquella Provincia la había tenido, aún esta Corona Real o como la nuestra Merced. 
Luego acatando lo susodicho y porque lo más cierto y certificado de los servicios que los Principales y pueblos de la dicha Provincia nos han hecho a más que así lo continuarán de aquí adelante, tenémoslo por bien y por la presente hacemos merced y queremos y mandamos que ahora y de aquí adelante la dicha ciudad de Tlaxcala se llame e intitule la Leal Ciudad de Tlaxcala y que haya y tenga por Armas conocidas un escudo el campo colorado y dentro de él, un castillo de oro con puertas y ventanas azules, y encima del dicho castillo una bandera con un águila negra rampante en campo de oro y por orla en cada uno de los dos lados de ella, un ramo de palma verde y en lo alto de la dicha orla tres letras que son la I una K una F que son las prime-ras letras o nuestros nombres y del Príncipe D. Felipe, nuestro muy caro y muy amado nieto e hijo y entre estas letras, dos coronas de oro, y de la parte de abajo dos calaveras de hombres muertos y entre ellas dos huesos de hombres muertos atravesados a manera de aspa que vuelvan a color amarillo, la cual dicha orla tenga el color de plata, según que aquí van figuradas y pintadas, las cuales dichas Armas damos a la dicha ciudad por sus Armas Ídem (igualmente) ya señaladas para que las puedan traer y poner y traigan y pongan en sus pen-dones, sellos y escuadras y banderas y en las otras partes y lugares que quisieren por bien tuviesen según y como y de la forma y manera que las ponen y las traen las otras ciudades de nuestros reinos a quienes tenemos dadas Armas y Divisa.
Y por esta nuestra carta mandamos al Ilustrísimo Príncipe D. Felipe nuestro muy caro y muy amado nieto e hijo y a los habitantes nuestros muy caros hijos y hermanos y a los Prelados, Duques, Marqueses, Condes, ricos hombres, maestros de las ordenes, Priores, Co-mendadores y Subcomendadores, Alcaides de las castillas y casas fuertes y llanas y a los de nuestro Consejo, Alcaldes, Alguaciles de la nuestra y casa y corte y Chancillería y a todos los Consejos, Corregidores, Asistentes, Gobernadores, Alcaldes, Alguaciles, Merinos, Pre-bostes, veinticuatro regidores.
Jurados, Caballeros, Escuderos, Oficiales, Hombres buenos de todas las ciudades, Villas, y lugares de estos dichos nuestros Reinos y Señoríos y de las dichas Indias, Villas, y tierra firme del Mar Océano al ir a las que ahora son como a los que serán de aquí adelante. E cada uno y de cualquier de ellos en sus lugares y jurisdicciones que guarden y cumplan y hagan guardar y cumplir la dicha merced que así hacemos de las dichas Armas que las haya y tenga por sus armas conocidas y las dejen como tales poner y traer y que en ello ni en parte de ello, sin embargo, ni contrario alguno y así no pongan ni consientan poner en tiem-po alguno ni por alguna manera so pena de la nuestra merced y de diez mil maravedis para la nuestra cámara a cada uno que lo contrario hiciere. E mandamos so la dicha pena a cual-quier Escribano Público que para esto fuere llamado que dé al que la mostrare, testimonio signado con su signo porque nos sepamos como se cumple nuestro mandado.
Dado en la villa de Madrid a XXII días del mes de abril del año del nacimiento de nuestro salvador Jesucristo, de mil e quinientos y treinta y cinco años Yo la reina. Rúbrica.- Yo Juan Vázquez de Molina, Secretario de su Cesárea y Católica Majestad, le face (lo hice) escribir por su (mandato) mandado.- Rúbrica.


DESCRIPCIÓN DEL ESCUDO


El campo colorado significa caridad y seguridad, el castillo a la fe; sobre el castillo una bandera de oro con el águila rampante negra de dos cabezas, símbolo del imperio Alemán. La orla que completa el escudo es de plata, símbolo de esperanza. En la parte alta, las ini-ciales en oro de los nombres en latín del Emperador Carlos V, de su madre la Emperatriz Kuana y del Príncipe Felipe, entre estas dos letras, dos coronas de oro, que corresponde al rey y la emperatriz. En la parte baja dos calaveras, que corresponden a cada una de esas coronas, en medio dos canillas cruzadas, para reafirmar que la concesión es eterna y que ni la muerte misma podrá destruirla. A los lados, de orla, dos palmas, símbolo del triunfo, la gloria y la grandeza conquistada.
La vida pública y privada de los reyes de España ha estado sujeta a los principios católicas, a ello se debe que el escudo de Armas concedido, es civil y religioso. Así pues, siendo el alma inmortal y eterna, sus potencias son fe, esperanza y caridad. Los colores oro, plata y colorado, simbolizan esas tres potencias del alma. Por tanto, al conceder escudo a la ciudad de Tlaxcala y su Provincia, queda incorporada a España, en atención a su lealtad méritos y servicios: quedando también en la categoría de conquistadores.
Y para reafirmar esta cédula real firmada por Carlos V. y su madre Doña Juana, el 13 de marzo de 1535, expidieron otra más, por medio de la cual, declararon que la ciudad de Tlaxcala, con sus términos, no sería jamás enajenada, ni la apartaría de su corona y se tendría para siempre incorporada a ella. Cédula confirmada por el rey Felipe II el 18 de julio de 1563.
Ningún escudo del mundo, dice Salazar Monroy, “contiene en su heráldica, los símbolos del de Tlaxcala,” Estado que debería haber sido el más grande de la República, por sus meritos en la conquista, es el más chico, pero gigante en la historia universal, pues podemos comparar la gloria de Xicohténcatl Atzayacatzin a la de Jerjes en Persia, a la de Nabucodo-nosor en la Mesopotámica, a la de Leónidas en Grecia, a la de Ramsés en Egipto, y la de Alejandro en Macedonia, que destruidos sus imperios, constituyen sus ruinas, las fuentes generadoras del proceso de la humanidad. La fuerza de los siglos, no ha arrebatado la gran-deza de Tlaxcala.
(Documento exhibido el día 17 de enero de 1720, como prueba para el efecto de no reconocerle a Zacatelco la categoría de República, considerando que desde 1565 solo se reconocía a cuatro alcaldías, pero no a una República, como había sido reconocido “Zacatelco y sus pueblos sujetos,” ubicados en el territorio que hoy es el sur de Tlaxcala. Se trata de un legajo de documentos, que dan cuenta de los pormenores del conflicto entre la naciente República de Zacatelco y la oposición del gobernador de los naturales de la República de Tlaxcala)

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